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Mostrando las entradas de abril, 2007

Dos horas, dos recordatorios

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Salgo a trotar cada día de por medio. Bajo caminando hasta Mallorca, luego troto hasta Paseo de Gracia, subo por allí hasta Provença, y luego me regreso hasta Viladomat. Es un cuadrado perfecto, que no goza de muchas alteraciones, como otros trayectos, puesto que está pensando a manera de antesala para el trabajo, sea éste en casa o en en la universidad. Casi siempre salgo a la misma hora (ocho, ocho y cuarto), de tal manera que veo las mismas cosas sucediendo una y otra vez, esas actividades que, a diferencia de mi trote, no ocurren cada día de por medio. Entonces está la señora (luego de haberla visto tantas veces no soy capaz de referirme a ella de otra manera) de la calle que duerme en la entrada del local de Escala, en Paseo de Gracia, entre Mallorca y Provença. Sé que estoy pasando a la misma hora que hace dos días- 8:20 am- puesto que la encuentro en la misma actividad, que goza de una hermosura y estética difícilmente igualable: tiene su carro de la compra, al lado algunas bols

Uno de los muchos mapas

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La labor de rastrear a Dédalo implica necesariamente sorprender mapas literarios, escultóricos, arquitectónicos, poéticos, visuales. Como los rastreadores de antaño, poner el oído sobre la tierra para escuchar sus pasos, mirar verbalmente los texos para rastrear y ser rastreados. He ahí la razón de la inclusión de este texto. 23. El alma de la piedra El artista prometeico necesita imaginar la caída porque en ésta encuentra la plena justificación de s u reto. Al conceder un valor absoluto al arte- una ciega esperanza en la salvación por la belleza-, inevitablemente se desliza hacia una conciencia apocalíptica en la que su fracaso, previsto desde un principio en el fondo de su corazón, adquiere forma de energía trágica: la suprema consolación de anticiparse a la derrota en su duelo con la muerte. No podríamos encontrar un jugador más audaz que Miguel Ángel. Reúne las mejores condiciones porque sabe ser todo fuego y, al unísono, todo hielo. Es un luchador nato, agresivo, casi rudo, per

Un miedo infantil

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¿Por qué ese repentino regreso al miedo infantil? Hace un par de noches tardé más de veinte minutos conciliando el sueño. Le temía a algo tan arbitrario como el diablo, a que un loco desnudo, dándose bendiciones, me mirara de puntillas, desde el borde de la cama. Al cerrar los ojos, lluvia de imágenes: cruces, cementerios, una cruz invertida. Estereotipos de miedo infantil. Al sueño sólo lo sucedía el despertar, y la respiración de María me resultaba miedosa. Me volví a sentir de ocho años, volví a sentir el miedo que corta la respiración, hiela los huesos, a la puerta del armario abierta o al saco que simula un bulto al fondo del cuarto. Ese miedo sólo atemperable con el cerrar de los ojos, pero que a su vez produce otro miedo: aquél de la ausencia de visión. Si cerraba los ojos, ¿qué estaba sucediendo en la oscuridad de mi cuarto, más allá de mis ojos cerrados? Entonces los abría, entonces el miedo a la visión acompañado al miedo de la no-visión. ¿Cómo es posible volver a temerle al

La sabana de Bogotá

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Recordatorio: la sabana de Bogotá, siempre lluviosa. Las nubes forman un molde invisible en el cual la lluvia invierte la lógica del "buen tiempo" y del "mal tiempo". ¿Quién decidió otorgar estas categorías? No podemos negar la esporádica necesidad de la lluvia: a veces un día soleado es como una camisa mal planchada. Hay algo místico, ascético en ese molde de la sabana: en no poder quitarnos el manto que no protege porque, de hacerlo, nos privaría de la esencia misma, que no es más que la lluvia.