Desde Bogotá

Cuarto día en Bogotá. Es una extraña sensación, máxime teniendo en cuenta no haber vuelto al blog desde entonces. Hay un perpetuo ejercicio que consiste en saber acerca de lo que escribiré cuando vuelva a él, desde tierras bogotanas; de lo que debo decir, de lo que debo creer, de lo que debo ver. La visión siempre se nubla cuando estoy en Bogotá, debe ser la sabana con su fino manto nebuloso, o de la fina llovizna que García Márquez dice que cae en Bogotá desde el siglo XVII. Chiste ancestral: cuando Gonzalo Jiménez de Quesada y sus tropas llegaron a los cerros bogotanos, dijeron: “Esperaremos acá hasta que escampe”. Y aquí seguimos. En Barcelona y en Europa tenemos las estaciones, y eso explica comportamientos precisos, meticulosos, psicológicos. Acá carecemos de estaciones, pero hace dos días estuve en un lago casi veraniego a 24 grados de temperatura, y a dos horas de Bogotá; acá no tenemos estaciones, pero sí contamos con la fina y templada lluvia capitalina, que creo que ninguno de los bogotanos la odiamos o inconformamos, sino que observamos como propia, como una irrigación de la identidad, como una ayuda visual ante un paraíso verdaderamente perdido en su hermetismo. Le explico a María: acá puede llover toda la mañana, luego en la tarde la temperatura sube a 15 grados, y luego el viento de las cinco de la tarde la hace descender a 6 o 7 grados nocturnos. “Esperaremos acá hasta que escampe”. De hacerlo así, me quedaría toda la vida. Cosa que hago, a mi manera, cargando siempre con un paraguas invisible en cualquier calle de cualquier ciudad.

Comentarios

Unknown dijo…
Bendito clima el bogotano. Se le olvido comentarle a María esa vieja frase que menciona que en Bogotá puede tener las cuatro estaciones en el mismo día.
Ole joven Camilo, que bueno volver a saber de su existencia, he visitado su blog en calidad de visitante esporádico unas cuantas veces y déjeme decirle que bueno saber de usted, sobretodo en días como este en los que se añora tanto el pasado y se intenta detener el tiempo. Mucha suerte!.
JML dijo…
Amigo Hoyos:

Definitivamente la lluvia tiene personalidad, vida propia. La lluvia es un animal mojado que se aprende nuestro cuerpo y le da una forma distinta en cada ciudad. Me gusta el semblante de esa lluvia bogotana, su evocación me arrastra tiempo atrás, hacia mis años compostelanos. Tendría que escribir un post sobre esto, porque ahora mismo mi memoria, reseca y cuarteada como un desierto, no recuerda ya el tacto de esa caricia. Sólo recuerdo que de tanto amor se puede morir ahogado.

Un abrazo calado
Camilo Hoyos G. dijo…
ME encantaría leer una entrada sobre los tiempos lluviosos compostelanos. Ya veo ahí más de cuatro elementos poéticos, que seguramente serán preciosos.

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