Poe
Las bibliotecas movibles son un verdadero espanto, una pesadilla inconmensurable. En el piso subterráneo de la biblioteca de la sede de las Ramblas de mi uni, encontramos una larga y miedosa fila de estanterías, profunda y movible. Esta planta sólo es consultada esporádicamente; y cuando se consulta, no se permanece allí más de cinco minutos, los que toma encontrar el libro. Es un espacio sin luz natural, solitario, algo misterioso por el constante ronroneo del computador que accede al catálogo, y la sensación estática que se respira.
Y allí están las estanterías movibles. Cuando me es necesario introducirme en la longitud de sus pasadizos, empiezo a hacer toda clase de ruidos, zapateo constantemente, toso cada cuatro segundos, tarareo alguna canción, para que cualquier persona que vaya a mover la estantería sepa que me encuentro allí metido, y que no me aplaste en su movimiento. Sé que estoy exagerando: de cerrarse sobre mí la estantería, alcanzaría a gritar, a decir algo, con tal de detener la rueda giratoria. Pero lo que ha sido fruto de pánico es que esta biblitoeca y esas estanterías son un pequeño homenaje a Poe, y a su sucesión de cuentos sobre emparedados. A medida en que las estanterías comienzan a moverse sobre sus ejes, los corredores se cierran entre éstas, mientras que otros reaparecen, como si jamás se hubieran ido. ¿Qué aparecerá en el momento del movimiento? ¿Cómo sabremos que no estamos dejando a alguien allí metido? No hay manera alguna de abrir el pasillo desde dentro- no es un mausoleo cuya llave funcione desde dentro. He pensado que deberían poner una serie de banderillas que indiquen que determinada persona está consultando un libro. Claro, me lo imagino como si fuera una morgue decimonónica, pero hay momentos, entre la luz mortecina y el ronroneo del computador, que me siento transportado a un lugar menos ameno, pero claramente más horríficamente seductor.
Esta es una idea fija: los momentos en la vida en que pensamos en la posibilidad de que ésta se convierta, así sea momentáneamente, en un cuento de Poe. Puede pasar en todas partes: en la biblioteca o en el parque, en el bus o en el metro. A mí me sucede una y otra vez cuando entro a la planta subterránea de la biblioteca de las Ramblas. Debe ser precisamente por eso que me gusta tanto.
Comentarios
Saludos alarmados.