Última noche bogotana
Son las diez en mi última noche bogotana. Seis semanas han pasado de manera estrepitosa, y sólo puedo pensar en aquella dicotomía señalada y sufrida por José Fernández y Andrade, a la que se refiere como la aparición del yo intelectual y del yo sensual. He estado seis semanas bajo el hechizo y amparo de yo sensual, dejándome llevar por los sentidos y todo aquello que place a mi sensualidad, para ahora, a un día del viaje que me llevará de nuevo a tierras barcelonesas, tener la impresión de que no leo hace más de un mes, que no me he dedicado a todos los aspectos del doctorado, mi tesis ha quedado botada en alguna esquina del camino, y no pienso en Breton, Aragon o Cortázar hace ya más de seis semanas. En este momento, en una madrugada de verano, mi despacho en Barcelona tendrá los mismos papelitos que dejé pegados a la pantalla del computador, para, al regresar, recordar de inmediato las fotocopias que debo sacar, las lecturas inconclusas, la tesis en general. Esos papelitos serán el mapa perdido de seis semanas que, deliciosamente, me vieron regresar a altas horas de la madrugada en estados de alcohol jamás imaginados, pero siempre anhelados: no me arrepiento de una sola de las fiestas que tuve. Sin embargo, es necesario el momento de la calma, el regreso a la costa luego de la tormenta, esperar que el café esté amargo y fuerte en el momento en que vemos el amanecer desde el taburete de toda la vida. Así, convertirme en espectador momentáneo de lo que fue, verlo desde todos los ángulos para así poder disfrutarlo más y más, con el cuerpo cansado, extenuado, atropellado por la histeria colectiva que implica una bienvenida y un par de despedidas. Así, sencillamente, sin mayor enmiendos porque lo que comienza termina, me dirijo a la cama que volvió a ser mía durante seis semanas, pero que mañana a esta hora no será más que la cama del cuarto que fue mío, a la espera de la visita de familiares, tíos o primas que pasan por Bogotá y necesitan un buen dormir. A partir de mañana, Barcelona vuelve a estar bajo mis pies, y regreso a ese otro Camilo, igualmente sensual pero con tendencias más académicas, a seguir la vida que he escogido, que desde siempre me ha encantado, y que escogería de nuevo si el tiempo volviera sobre su eje.
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