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Mostrando las entradas de julio, 2007

Juana y Arturo se casan

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Por supuesto, no hay tema que alegre más el alma humana que el amor. Cuando hablamos de amor, hablamos de todo y a la vez de nada; hablamos de la ausencia y de la presencia; del cuerpo y del alma; de la locura y de la razón. Porque no hay lugar más poético que el del amor, sea propio o ajeno: desde siempre buscamos el latir amoroso. La capacidad única y original del sentimiento amoroso la encontramos, sin buscar mucho, en el amor pasional . Pero cuando hablo de pasión no me refiero a aquella de telenovela, a la pasión cursi u ordinaria—porque, como en todo, Amor tiene muchas caras, y son muchos los que caen engañados en su juego. La pasión, utilizada en cualquiera de sus contextos, es la capacidad de crear un mundo particular, un mundo que se aleja de lo mundano y de lo cotidiano, para hacer visible una realidad invisible para el ser humano. Juana y Arturo se casan. Por eso estamos acá. Pero sentir pasión también es padecer, y por esto, cuando padecemos del sentir amoroso...

Un espejo más

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Esta entrada se ha hecho esperar. Ya lo había comentado con alguien antes del viaje: me parece fascinante entrar en mi baño bogotano, y ver mi reflejo en el espejo del baño que una vez fue mío, que una vez me vio salir día a día al colegio, a la universidad, al trabajo. Los muebles cambian de lugar, las lámparas de esquina, pero el espejo es siempre el mismo, con la diferencia de que el reflejo es quien cambia. Sin embargo, hay otro espejo que me he dado cuenta es más fascinante y duradero, y este es el espejo de la biblioteca particular. En alguna celebración recibí tantos libros antes de salir de viaje, que aún no sabría qué tengo y qué dejé de tener debido a quién. Lo que sí sé es que siempre que vengo de Barcelona, me es completamente necesario tomarme un par de tardes para caminar entre los libros, observando los lomos desgastados por el sol, recordando aquellos tomos que leí apasionadamente, que rechacé enfáticamente, que jamás leí por descuido, aburrimiento o pereza ("¡Cuán...

La gripa bogotana

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Ya es un lugar común afirmar que regresar a Bogotá conlleva necesariamente la obtención de la gripa, de una manera despiadada, arrogante y directa. Ayer estuve en estado griposo, y me alcanzó a dar fiebre, 38 grados sin explicación. Hace seis meses, cuando estuve por acá, me dio la misma gripa apenas llegué, y además, a las 4 semanas, unas amigdalitis que me privaron de ver la calle durante más de cuatro días. Mi papá me dice que es cuestión de las defensas: que mi cuerpo no cuenta con las suficientes defensas para rechazar el virus bogotano. Esto no me debe pasar solamente a mí, en la medida en que a muchos otros, como lo dije al comienzo, sucumben al mismo estado. La pesadez, la burbuja creada por debajo de la piel de la cara, los aros rojos alrededor de las fosas nasales, los labios resecos por la respiración por la boca, los estornudos repentinos, el estornudo qeu se pierde en el laberinto de mis ojos, nariz y boca, "sonarse" constantemente (ahora que lo pienso, el verbo ...