El tiempo de la escritura

Para escribir, necesito sustraerme del tiempo. Del tiempo doble que me acecha cada vez que intento escribir, desde el punto mismo en que siento esa chispa que me permite reconocer esa “luz especial, la luz de la imagen ” (Breton). Mentiría al decir que pasan días sin reconocer esa luz, de caer en cuenta de que “la literatura es uno de los más tristes caminos que llevan a todas partes” (Breton), de reconocer esos dos elementos que conforman la imagen que trabaja sobre sí misma, sobre mi imaginación y sobre mi vuelo imaginal hasta postrarse como el grafito aún sin punta que se esconde dentro del lápiz recién comprado. Hasta entonces no existe el tiempo: viajo mucho en bici, siempre monto en bus o en metro, no siempre concilio el sueño de inmediato, así que muchas veces tengo todo el tiempo del mundo para sacar la punta que me permitirá ver esa luz. El tiempo acude a mí cuando, sentado frente al computador (ya he olvidado esa costumbre de escribir un texto completo a mano, de crear a ma...