Un descuido repentino

Cuando preparo lecturas para la tesis doctoral, siempre obro de la misma manera: a medida que voy leyendo, extraigo las citas más importantes, esribiéndolas de una vez en un programa especialmente diseñado por un amigo. Ayer, preparando El campesino de París de Aragon, hice exactamente lo mismo. Al terminar una sección del libro, luego de haber tipografiado una docena de citas, el computador se apagó repentinamente, sin explicación. No fue un problema de luz, ya que el computador de mi compañero de oficina seguía zumbando monótonamente. Al encender el mío, comprobé lo inevitable: no se había guardado el trabajo realizado. Fue así como volví sobre la lectura, y vaya sorpresa la que me llevé cuando comprobé que había omitido una cita, quizás la más importante de toda la sección. Fue una página que dejé de leer por descuido, porque pude haber dejado el libro abierto y al retomarlo, sin darme cuenta, continué con su lectura en la página siguiente-valioso contaste, el libro como un pasaje,...