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Gràcia

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Yo que siempre imaginé encontrarte en la calle Portaferrisa, tú saliendo de cualquier tienda con tus bolsas fulgurantes saltando a lo largo de las aceras, yo quizás caminando con la bici en las manos —nunca me ha gustado esa calle en momentos de congestión porque siempre tengo la impresión de estar a punto de atentar contra alguien—, yo que siempre creí que allí sería la primera vez que te vería luego de tantos meses, yo mismo que siempre creí eso, te veo aquí al frente mío en este bar de Gràcia, barrio que nunca me perteneció plenamente, barrio que me robaste y a la vez devolviste a la vida. Sentada al frente mío te veo sujetar tu copa de vino blanco y recuerdo cada centímetro de tu cuerpo: me vuelvo a dejar perder por entre los lunares de tu cara, reconozco tu sonrisa a pesar de la penumbra roja que nos rodea, alcanzo a descifrar tus dedos finos y pequeños, tus manos de gatito juguetón encima de la mesa de gruesas tablas de madera, e imagino tu espalda fina y tersa, la dimensión idea...

Un domingo primaveral

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Las ciudades se conocen los domingos. Es entonces cuando vemos su verdadera cara, el séptimo día, libre de máscaras, sin movimiento, espacios transitados que ignoran el tiempo y las tareas oportunas. Conocemos las ciudades los domingos porque es el domingo el día en que en realidad sabemos quiénes somos, conocemos nuestras andanzas caseras o citadinas. En esta medida, es inegable que la ciudad es siempre un espacio interior: una puesta en escena que, como Narciso mirando su rostro en el lago, nos permite entender nuestras facciones. La ciudad es nosotros: somos uno solo con ella. Y esto sucede, aún más que el lunes, el séptimo día. Tuve que venir hoy domingo hasta la universidad para hacer unas impresiones tan largas que sólo pueden hacerse cuando no hay nadie en fila. Caminé desde mi casa hasta Plaza Universidad, donde está la estación de Bicing más cercana, y así poder dar con una que me trajera hasta acá. El domingo se siente en el aire: calles desocupadas, de vez en cuando el soni...