La reproduction interdite

En cada una de las oportunidades cotidianas, podemos optar por no obedecer ningún impulso ciego, y asimismo dejarnos llevar por una corriente modestamente misteriosa que implica necesariamente una pasividad absoluta en el momento de vivir. La imposible diferenciación entre el yo y el cuerpo nos permite imaginar un paraíso artificial, en la medida de entender lo material, lo corporal y lo biológico como un disfraz, una máscara que todos los días, en el momento en que se abre el telón-el abrir los ojos- nos encontramos frente a unas butacas de teatro desocupadas, una sala de cine solitaria. Podríamos llevar a cabo una representación que no es ensayo de actor filántropo sino precisamente una obra que es ensayo, prueba y error. Quizás de ahí la satisfacción absoluta, que cada día se renueva, de poder mirarnos al espejo. Ya somos cuatro, el yo de la imagen y el yo que se refleja, el cuerpo inmaterial reflejado y lo biológico que se presta. Quizás es esa precisamente el gran asombro y terror...