Una tentativa de sueño
Anoche, antes de ir a dormir, hablamos con Miguel acerca de los sueños, y me contó uno que me impactó fuertemente. Él estaba acostado, y el cuarto era exactamente el mismo cuarto que tiene cuando está despierto. Se levanta, como se levanta cualquier otra persona, y camina hacia la puerta. A escasos centímetros de que su mano toque la chapa, oye una voz, que surge de la nada, y la reconoce como la de un primo. De manera ágil y directa, le sugiere enfáticamente, entre recomendación y mandato, que no salga de la habitación: no sabe muy bien qué puede haber afuera, y es posible que se pierda una vez cruce la puerta. Entonces Miguel piensa en voltearse, y ver su cama, pero una vez más la voz álgida del primo: está prohibido voltearse, porque de hacerlo se vería a sí mismo. Sin explicación clara, sin métodos conocidos, le sugiere que no abra la puerta, y que camine lentamente hacia la cama, de espaldas, cosa que hace con un rigor de dentista. El primo le guia, y finalmente se acuesta, seguramente encima de sí mismo. Entonces se despierta.
Es una cuestión de visión, claramente. Es el arquetipo de la puerta, ya enunciado en millones de versos, y proclamado por Blake majestuosamente. Es la ventana de Magritte. Pero sin pensar en lo que hubiera fuera-el sueño surgió hablando de desdoblamientos-, me interesa más lo que había dentro del cuarto: me interesa ese otro Miguel que estaba acostado. ¿Qué hubiera pasado si se hubiera regresado? Más interesante aún: ¿qué hubiera visto?
Luego hablamos de esos sueños en los que uno sabe que determinada persona, sin serlo físicamente, es la representación de otra. En el sueño, como es sabido, el uno puede ser otro, pero mantener su esencia. En ese mismo orden de ideas, ¿qué constancia tenemos de que somos nosotros mismos en el sueño? Si X puede ser Y, ¿por qué no puedo yo, el sujeto soñador, estar representando un papel, una consciencia que no me pertenece?
Es quizás en el sueño donde podemos llevar a cabo la máxima maxima de Rimbaud:
Es una cuestión de visión, claramente. Es el arquetipo de la puerta, ya enunciado en millones de versos, y proclamado por Blake majestuosamente. Es la ventana de Magritte. Pero sin pensar en lo que hubiera fuera-el sueño surgió hablando de desdoblamientos-, me interesa más lo que había dentro del cuarto: me interesa ese otro Miguel que estaba acostado. ¿Qué hubiera pasado si se hubiera regresado? Más interesante aún: ¿qué hubiera visto?
Luego hablamos de esos sueños en los que uno sabe que determinada persona, sin serlo físicamente, es la representación de otra. En el sueño, como es sabido, el uno puede ser otro, pero mantener su esencia. En ese mismo orden de ideas, ¿qué constancia tenemos de que somos nosotros mismos en el sueño? Si X puede ser Y, ¿por qué no puedo yo, el sujeto soñador, estar representando un papel, una consciencia que no me pertenece?
Es quizás en el sueño donde podemos llevar a cabo la máxima maxima de Rimbaud:
"Je est un Autre".
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