Poe
Las bibliotecas movibles son un verdadero espanto, una pesadilla inconmensurable. En el piso subterráneo de la biblioteca de la sede de las Ramblas de mi uni, encontramos una larga y miedosa fila de estanterías, profunda y movible. Esta planta sólo es consultada esporádicamente; y cuando se consulta, no se permanece allí más de cinco minutos, los que toma encontrar el libro. Es un espacio sin luz natural, solitario, algo misterioso por el constante ronroneo del computador que accede al catálogo, y la sensación estática que se respira. Y allí están las estanterías movibles. Cuando me es necesario introducirme en la longitud de sus pasadizos, empiezo a hacer toda clase de ruidos, zapateo constantemente, toso cada cuatro segundos, tarareo alguna canción, para que cualquier persona que vaya a mover la estantería sepa que me encuentro allí metido, y que no me aplaste en su movimiento. Sé que estoy exagerando: de cerrarse sobre mí la estant ería, alcanzaría a gritar, a decir algo, con tal de...