La ciudad-escenario
Hubiera querido que este café fuera en "Le Raspail Vert", pero par contre me encuentro ena brasserie sobre l'avenue des Gobelins. Hubiera sido un reencuentro en solitario fabuloso: volver a estar en el Vert solo, volver a verlo tal cual lo dejé hace ya casi diez años, para que él me volviera a ver tal cual me dejó ir. Sigo teniendo el recuerdo de hace diez años, si bien hace dos pasé por allí unos instantes: la media hora antes de clase que transcurría entre sillas de mimbre verdes y meseros etiquetados. Aún no he logrado saber por qué, de la infinidad de cafés parisinos, escogí precisamente ese. De hecho, sólo recuerdo ese nombre: si alguien me pidiera algún consejo, claro que recordaría otros como el "Old Navy" o "Les Deux Magots". Pero esos, al fin y al cabo, son cafés prestados, que llegaron a mí por otras vías distintas a la de la experiencia personal. Sé que hace 10 años viví una vida prestada aquí en París, sé que intenté vivir una vida legítima en esos 4 meses que parecieron tres vidas, pero fueron suficientes para calificarlos de experiencia iniciática. Volví esta vez a París porque se atravezó: mis amigos venían, y me convencí de que hacía bien al recordar de nuevo sus calles y olores teniendo la exposición del doctorado en menos de tres semanas. Ahora, diez años después, tras haber venido en otras dos ocasiones durante este lapso de tiempo, sigo creyendo que me es imposible vivir París de una manera original, quizás porque al venir acá es París quien me vive a mí: nos toma como actores de una obea que hace mucho dejó de serla, y todo se traduce en largas caminatas ignorando un orden esdtablecido. Andrea, que vivió tampo tiempo aquí, me decía hace diez años que lo más lindo de París era dejarse perder para encontrar nuevas plazas y nuevas calles. La idea sería, entonces, dejarse llevar por cualquier calle, y apenas nos demos cuenta de que estamos siguiendo algún tipo de orden, tomar a la izquierda por la siguiente calle, y borrar cualquier sentido posible. Hacer de la escritura automática de Breton un itinerario viviente, y sentir que cada calle es una palabra, cada intersección un verbo, y las paradas de metro puntos aparte. Sólo así es posible evitar un centro, movernos por una marginalia que sea a la vez reflejo vivo del reflejo: de ser el sujeto reflejado, ser el espectro que se mueve en el mundo imposible, aquél que está del otro lado del espejo, del otro lado de la página.
París, Feb. 25 de 2007
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