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Mostrando las entradas de enero, 2008

Vorágine

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11:20 pm, estación Urquinaona. Mientras espero el metro de la línea roja que me llevará hasta Rocafort, veo a mi lado una pareja de amantes que se besan lentamente, indiferentes al tiempo, a la hora y al sentir mundano de estos rieles. Intento leer un libro de Réda, y sólo escucho el crujir de sus chaquetas de cuero. Hay una pasión explotando en sus bocas, que intenta depurarse a través de sus brazos, de sus manos desenguantadas. Los amantes que se besan en las calles, en los andenes de metro, en las estaciones de bus, en los parques fríos, en los monumentos olvidados, en las escaleras que no llevan a ninguna parte, en los callejones fríos y en los pasadizos multitudinarios, son dueños del tiempo. Postrados sobre los límites de lo terrenal, observan el mundo invertido en la lengua del otro. Hay una lucha a muerte amorosa y golpe de gracia divino en cada uno de los lateres del cuerpo ahora agazapado. Llega el metro, se sientan en la última banca. Este vagón está repartido en espacios cu

El sonido más dulce

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En The Sweetest Sound (2001), el director norteamericano Alan Berliner se encarga de mostrar el proceso y resultado de la búsqueda de todas las personas que tienen su mismo nombre, y de la invitación que les hace para que vayan una noche a cenar a su casa. El proceso fue largo, arduo, enviando cartas a todas las familias con apellido Berliner, pidiendo que le informaran si sabían de alguien que tuviera su mismo nombre. Esta incertidumbre nació de la idea misma de saber qué tan único era su nombre, y también de dos o tres confusiones con algún otro Alan Berliner. Todo el documental consiste en una investigación arqueológica de su nombre, con esos espacios mandórlicos en los que su nombre deja de ser solamente el suyo, sino que también es compartido por otros. Vemos en el director ese deseo incólume de querer ser el único Alan Berliner, pero también vemos esa fatalidad que le obliga a reconocerse como uno más de esos nombres. Durante dos o tres veces, tenemos un cuadro de Alan Berliner

Bracafé

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Entro solo a un Bracafé.Pienso esperar a María tomando un café y leyendo algo mientras ella asiste a una entrevista de trabajo. Dejo la maleta encima de la mesa, le pido al mesero un cortado, y le pregunto de una vez si tienen acaso una máquina para comprar cigarrillos. Me dice que está de la barra cuadrada, y entonces saco unas monedas -tengo el cambio exacto-, y dejo todo encima de la mesa mientras me dirijo detrás de la barra cuadrada. Pido que prendan la máquina y compro unos Ducados, todo no toma más de un minuto. Al regresar, encuentro el cortado en la mesa, al lado de la maleta. Intento ser cauto mientras la quito de allí encima, pero no logro evitar que el cortado se voltée con una esquina de la maleta gris. En cuestión de segundos se forma una estrella parda de tres puntas, que crece hasta el momento en que se empieza a disolver por sus puntas. Entonces cae el café al piso, sobre la silla del lado, salpica contra la pared de madera. Pido un trapo en la barra, y acude entonces