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Mostrando las entradas de enero, 2009

Bilis negra

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Sin siquiera darme cuenta, de un momento a otro, vuelve sobre mí la sensación amorfa, monstruosa, minotaurica. No hay lenguaje alguno que logre sobrellevarla— en estos momentos rasgo el fondo de mi pensamiento, extraigo de él una esencia invisible, inexpugnable, etérea—, y el cuerpo es partícipe de aquello que tan solo se siente en el interior, en ese cuerpo que nunca hemos visto, en esa carne que está triste y en ese líquido negro que se había escondido tras la coyuntura de algún hueso del pasado. ¿Cómo es posible tanta sorpresa, cómo es posible esta catarata de imágenes que me vuelcan sobre el pensamiento melancólico? Me duele alguna parte del cuerpo, pero me duele precisamente aquella de la que carezco. Adolesco de mi propia prótesis, y es allí donde se concentran mis desventuras. He escuchado muchas veces a recién amputados que sienten el fantasma del cuerpo ausente; sienten una rasquiña en la palma de la mano que ya dejó de formar parte de su cuerpo, sienten un calambre en las pan

Vuelvo a ti, Dolores

Al volver a la ciudad, comprobé aquello que me habían dicho: mi Avispón Gris, enferma como hasta el momento lo ha estado, volvió a incapacitarse, esta vez aparentemente por una bujía o un desperfecto eléctrico. Caminé con incertidumbre hasta la esquina de Viladomat con Mistral, allí mismo donde había dejado meses atrás parqueada a Dolores de Andalucía, mi bici vinotinto que porta la elegancia femenil de las Grandes Damas de antaño, y sentí verdadera felicidad cuando la reconocí, allí mismo estaba, libre de la hamponería y vandalismo que caracteriza las calles del barrio— de cualquiera— de Barcelona. Esta mañana la tomé para ir a jugar fútbol; luego para ir a correos; luego para regresar a casa. Ya en la noche, luego de haberme dirigido a Paseo de Gràcia y haberla dejado parqueada al frente del Hotel Majestic mientras atendía a una invitación en el Tibidabo, regresé con la tranquila aún temerosa tranquilidad de encontrarla allí mismo. La ausencia de aire en las llantas hace que su rodam

Gràcia

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Yo que siempre imaginé encontrarte en la calle Portaferrisa, tú saliendo de cualquier tienda con tus bolsas fulgurantes saltando a lo largo de las aceras, yo quizás caminando con la bici en las manos —nunca me ha gustado esa calle en momentos de congestión porque siempre tengo la impresión de estar a punto de atentar contra alguien—, yo que siempre creí que allí sería la primera vez que te vería luego de tantos meses, yo mismo que siempre creí eso, te veo aquí al frente mío en este bar de Gràcia, barrio que nunca me perteneció plenamente, barrio que me robaste y a la vez devolviste a la vida. Sentada al frente mío te veo sujetar tu copa de vino blanco y recuerdo cada centímetro de tu cuerpo: me vuelvo a dejar perder por entre los lunares de tu cara, reconozco tu sonrisa a pesar de la penumbra roja que nos rodea, alcanzo a descifrar tus dedos finos y pequeños, tus manos de gatito juguetón encima de la mesa de gruesas tablas de madera, e imagino tu espalda fina y tersa, la dimensión idea