Hotel Dante

Siempre me cuesta algo de trabajo decidirme por un camino a casa, sobre todo cuando tengo un ramillete de posibilidades para escoger. Esto sólo sucede cuando se está estrenando camino a casa, que es precisamente lo que sucede ahora. Sin más, aún tengo que venir de la vieja casa casi a diario, porque desocupar un piso de las pertenencias propias es abrir los ojos y reconocer todos los objetos inservibles que vamos recolectado—que a pesar de ser inservibles y de disfrutar de un nuevo nacimiento a la realidad, empolvados y hasta entonces ignorados en alguna esquina de un diván, en la segunda aldaba de una biblioteca café que jamás me gustó, o detrás de esa linda mesa de luz que ha ocultado su blanco después del tiempo. Con una mochila atravesada en la espalda y un cubo metálico y cilíndrico apretado en la canasta del bicing, decidí tomar Valencia hasta encontrar de frente Enric Granados. En algún punto, como siempre, intento evitar las largas cuadras, y dejo a la bici zigzaguear por largas esquinas que ahora pertenecen al barrio de alguien más. Tomé Mallorca luego de subir por la acera de una calle amplia idéntica a todas las demás, y me encontré con la misma imagen: una mujer, de entrada edad, que vive justo bajo el portal de alguna tienda. Debe tener unas dos o tres sábanas que intentan estar dobladas en una de las esquinas, y cajas deshechas que recuerdan la madrugada en alguna verdulería. Iba despacio, así que logré sentir un olor particular, quizás el de mucho aire reposado, o bien pudo ser alguna ventisca repentina proveniente de otra calle. La mujer, reposada su espalda sobre la puerta metálica, miraba hacia arriba de un edificio postrado al frente. La escena era desolada, quizás por la indiferencia absoluta de la mujer, o por la mirada que invitaba a otro escenario, otra posibilidad de vida o quizás el injusto designio de una moral equivocada. Alcancé a mirar al edificio, y no podía ser otro el nombre: Hotel Dante. Tres estrellas.
No quise contar el número de pisos, porque quería evitar el sentimiento de una coincidencia melancólica y eterna.

Comentarios

Olive Oil dijo…
Hola Cami,
Estoy suscrita a tu blog y siempre lo leo cuando recibo una notificación de una nueva entrada...

Soy superfan de tus relatos!
Camilo Hoyos G. dijo…
Oli, gracias por tu comentario! Me halaga que estés tan pendiente de mi blog... así llevara mucho tiempo sin escribir nada, ni aquí ni en ninguna parte.
Nos vemos dentro de poco!!! Un besote

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