Maupassant visitado
Por cuestiones que sólo pueden ser comprendidas por Amor o Destino, aquella noche decidió tomar el teléfono y llamar a su antigua amada; se trataba de su cumpleaños, y Dios sabe cuántos pasaron juntos. Cuando tomó el teléfono sintió el corte de la respiración, la repentina taquicardia, la íntima sensación de estar escuchando a través de un cilindro vacío. Ella agradeció la llamada, y le preguntó por la universidad, la investigación y los viajes a la biblioteca; él, por su lado, le preguntó por sus clases, por las academias y por las traducciones científicas que venía haciendo desde hace unos años. En medio de la ráfaga de noticias que no hacían más que poner al día, él decidió cruzar el umbral de la duda, y atacar de frente.
“¿Has estado con alguien durante estos años?”
“Sí”, respondió ella, y le contó de Javier, el sevillano con quien había recorrido el norte de África.
“¿Tú?”, preguntó ella, entonces él le contó de Nicole, la normanda que había conocido el pasado otoño, con quien había recorrido la costa cantábrica.
“¿Y te enamoraste?”, preguntó ella. “Sí”, contestó él,"¿tú?". "Yo también. Yo también me he vuelto a enamorar."
A lo lejos sonó un festival de pirotecnia. Acababan de comenzar los fuegos luminosos. Entonces él retomó:
“Pero jamás me volveré a enamorar de la manera como me enamoré de ti. Jamás para mí el amor se tratará de un santuario religioso, porque desde que no estoy contigo vivo en un mundo profano”.
“Nadie te comprenderá mejor que yo. Vivo en ese mismo espacio vacío. Jamás amaré como te amé a ti.”
La despedida fue rápida, libre de sentimentalismos y de ataduras hacia el futuro. Las cosas se habían dicho y el silencio había permanecido.
Aquella noche, cada uno arguyó un ataque de sed antes de acudir al llamado de su pareja que ya lo esperaba en la cama.
“¿Has estado con alguien durante estos años?”
“Sí”, respondió ella, y le contó de Javier, el sevillano con quien había recorrido el norte de África.
“¿Tú?”, preguntó ella, entonces él le contó de Nicole, la normanda que había conocido el pasado otoño, con quien había recorrido la costa cantábrica.
“¿Y te enamoraste?”, preguntó ella. “Sí”, contestó él,"¿tú?". "Yo también. Yo también me he vuelto a enamorar."
A lo lejos sonó un festival de pirotecnia. Acababan de comenzar los fuegos luminosos. Entonces él retomó:
“Pero jamás me volveré a enamorar de la manera como me enamoré de ti. Jamás para mí el amor se tratará de un santuario religioso, porque desde que no estoy contigo vivo en un mundo profano”.
“Nadie te comprenderá mejor que yo. Vivo en ese mismo espacio vacío. Jamás amaré como te amé a ti.”
La despedida fue rápida, libre de sentimentalismos y de ataduras hacia el futuro. Las cosas se habían dicho y el silencio había permanecido.
Aquella noche, cada uno arguyó un ataque de sed antes de acudir al llamado de su pareja que ya lo esperaba en la cama.
Comentarios
Qué bueno saber de ti. Gracias por el comentario.