El azul del cielo

Siempre creí que el color tenía la imposibilidad de no poder ser representado en objeto alguno, y eso que más de una vez he intentado imaginar un mundo privado de luz-tanto natural como artificial-, donde no haya reflejo en los objetos, sumidos en una invisibilidad cromática, aterradora. Creí que el color puro no era más que un concepto y una manera de ser pensado. Recuerdo una vez, hace muchos años, que le preguntaba a una amiga del colegio que si le sucedía lo mismo que a mí: al mirar el cielo, no veía nada, así viera solamente color. Esto lo dije hace muchos años, pero aún tengo esa misma idea: no veo nada, porque mi ojo de nada se puede aferrar. Al ver el cielo, sólo veo color: no estoy viendo las estrellas, porque entonces imagino algún astro luminoso vidas de kilómetros de la tierra; no veo el reflejo de la luz esclarecedora del otoño entrar por mi ventana, porque entonces estaría viendo mi ventana o mi escritorio iluminado. No, esto corta la visión de saco. Al sólo ver color, al sólo ver la variedad más pragmática de un concepto, sin objeto alguno sobre el cual reposar, siendo azul y solo azul, siendo color y nada más que color, hay algo que molesta los ojos, y me atrevería a decir que es estar al frente de algún tipo de lo absoluto. Tanto tiempo hemos gastado buscando absolutos sobre la tierra, conceptos privados de ejercicios prácticos, formulaciones libres de las enunciaciones que las encierra, y siempre ha estado ahí, sólo hacía basta mirar hacia arriba, encontrar un espacio entre las nubes, entre más grande mejor, y allí estaba, siempre retozante, estático, dinámico, oscuro y luminoso, antitético como sólo pueden ser los lugares donde se crea la mandorla.

Comentarios

JML dijo…
Amigo Hoyos:

Suele pasar... miramos algo fijamente hasta que desaparece, lo mismo el cielo que el rostro de una persona. La abstracción no está en nuestro cerebro, sino en nuestra mirada. Estamos ciegos porque vemos...

Un saludo (tengo que juntar un poco de tiempo para leer tus cuentos)
Camilo Hoyos G. dijo…
¡Cuántas cosas son definidas por la mirada! El rostro del mar, lo acuoso de una cara. Me gusta esa ceguera, es como estar detrás del biombo (pequeñísimo homenaje). ¿Cuántos rostros se habrán perdido en el azul del cielo? Bataille ya había pasado por este escenario, cómo no. Entre ciudades y morales transgredidas, asumimos esa no-visibilidad del color perfecto.
Gracias por tu comentario, amigo perdedor. Recibe un fuerte abrazo

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