Camino a Menfis


No creo que haya sido una coincidencia, pero definitivamente se trató de una reaparición que pude recordar plenamente. Ya me había pasado un par de veces, pero siempre lo atribuí al conocimiento previo del término, razón por la cual lo pude reconocer. Pero no me había sucedido con nombres de lugares.
Hace poco, en la transcripción de ese gran manuscrito, me topé con la ciudad de Menfis. Yo había oído hablar de la otra, de Memphis, aquella ciudad donde muchos fanáticos un tanto trasnochados afirman haber visto, hasta hace relativamente poco, a Elvis comprando en algún supermercado. Pero nunca la había visto con una efe, así llanamente, sin mayor preámbulo. Estoy seguro de que nunca antes la había visto, porque de haberlo hecho, me hubiera llamado la atención precisamente esto, la variación entre el ph por la f, y hubiera reconocido algo novedoso. Una vez la conocí, supe que se trataba de la capital del antiguo imperio egipcio, localizada a 19 kilómetros del El Cairo. La anoté mentalmente como un nuevo conocimiento histórico-geográfico del mundo antiguo, el cual porto aún con grandes vacíos.
Una hora después, comencé con mis lecturas de la editorial. Un manuscrito de una novela juvenil inédita, con el nombre de The Mummy Snatcher of Memphis. La historia, a grandes rasgos, trata de la llegada de una momia egipcia al museo de Historia Nacional de Londres con poderes un tanto misteriosos —no podría ser de otra forma, tratándose de Egipto—. Pero allí apareció la ciudad, de nuevo, esta vez con un preámbulo que me permitió reconocerla como la antigua capital del imperio egipcio. Vaya coincidencia, pensé, ahora que la conozco aparece en todas partes.
Hoy, luego de comprar El País y de leer todas las secciones y páginas anteriores a “Babelía”, me encontré con una entrevista al historiador británico Robin Lane Fox, sobre su libro Alejandro Magno. Allí, apuntaba cómo la tumba del gran conquistador sigue siendo un misterio, auncuando se reconoce que varios personajes importantes de la antigüedad la visitaron. El artículo inmediatamente siguiente, precisamente sobre la localización de la tumba y la momia de Alejandro, trae a colación el dato histórico documentado por Nicholas J. Saunders. En pluma de J. Antón, sabemos que Saunders identificó el momento en que el cuerpo momificado de Alejandro fue interceptado, via Macedonia, por Ptolomeo, uno de sus generales que había tomado el control de Egipto. Ptolomeo decidió entonces enviar el cuerpo hacia Menfis, mientras terminaba la gran obra de su mausoleo en Alejandría, ciudad que indudablemente debía ser el albergue centenario del difunto. Además de aprender historia sobre Alejandro, la palabra volvió a aparecer, en un contexto bastante diferente a las dos antiguas. En menos de 30 horas, me encontré tres veces con la misma ciudad, hasta entonces oculta para mí.
Una vez en clase de español, en el colegio, la profesora enseñó el adjetivo maquiavélico. Lo anoté en el cuaderno, también, entonces, como un nuevo conocimiento. Esa misma tarde, por primera y única vez en muchos años, le escuché utilizar la palabra a un guardia de seguridad. Dijo: “Ese general es verdaderamente maquiavélico.”
Esto entra, como un evento más, en la interminable lista de coincidencias, bajo el rótulo de “lingüística”. Y claro: pienso que quizás ya la había visto muchas veces, pero por falta de atención no la había reconocido. No creo que sea así, precisamente por lo que argumenté anteriormente. Siempre queda, luego de estos sucesos, la misma pregunta: ¿por qué tres veces, tan seguidamente ? ¿Cuándo volverá a aparecer? ¿Se tratará acaso de un mensaje cifrado?
Jamás lo sabremos.

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