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Mostrando las entradas de septiembre, 2007

El secreto de Emma de Barcelona

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Jamás había visto un jardín así de escondido. Más de una vez había pasado por esa misma calle, subiendo en contravía en bici, apenas a una cuadra de la estación más cercana, y sí había visto la obra, las mallas largas y polvorientas, y algunos trabajadores azotando el pavimento con pesadas máquinas, pero jamás supuse que detrás de esa puerta metálica se escondía un secreto absoluto. Secreto puesto que jamás esperaría ver esa estatua de mujer meditabunda, con los brazos en cruz, encerrada en un círculo exhuberante de verdor, con la mirada perdida en alguna parte del horizonte cortado. La monja Emma está en un escenario circular, y sorprende que el caminante que descubre el jardín no la descubrirá a ella hasta situars e desde un ángulo preciso. Todo el ambiente es misterioso: una pequeña entrada desde la Calle Comte Borrell, difícilmente apreciable sino es para quien va en bici o caminando, y cuenta con algunos segundos para entrar por el largo corredor de carretera destapada para encont

Sobre la carta de amor (II)

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El amante que escribe una carta de amor está rodeado de una vanidad infinita. Centro de su propio universo, desea que el sentimiento amoroso, como un ciclo lunar, lo rodee de una manera precisa, pero que en momento alguno deje de lado la estela que él mismo ejerce. La escritura amorosa busca el juego de la comprensión de símbolos y signos, de la misma manera que espera del otro la muerte absoluta: como el rayo de luz que ve Saulo en el camino de Damasco , pretende que su escritura anule todo lo demás; de no hacerlo, la escritura no cumpliría a cabalidad con su objetivo, que es apoderarse del amado desde su misma percepción visual, intelectual o sentimental. El anulamiento que busca la carta amorosa es el de la posesión absoluta, lejos de la carne y de los sentidos mundanos, para posesionarse como una deidad recién llegada de un mundo exótico. Leer una carta de amor recíproco es la metáfora del encuentro sexual, en la medida en que se crea la bestia de dos espaldas que anula la existe

Radiografía

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Las mañanas de los últimos días serían mucho más agradables si pudiera tomarme el primer café del día acá en mi cuarto, con la ventana a medio abrir y el lento cambio de color atestiguándose en la persiana entreabierta. Pero esto, como se intuye por la oración misma, ha sido imposible, puesto que el domingo en la mañana, en un partido de fútbol, en una jugada que ni siquiera se culminó con el gol, sufrí un esguince en el tobillo derecho. Como estaba en caliente, en esos momentos parecidos a la borrachera en que no se siente dolor alguno -el diablo cuida a sus borrachos-, continué mi juego esperando sacar provecho de él, solamente para darme cuenta de que no era el día indicado para correr detrás de una bola. Con el paso de la tarde, el hematoma se fue formando, el sueño durante la noche se vio interrumpido numerosas veces, y la mañana me vio con un pie que parecía más el de un elefante. Horas más tardes, tenía-y aún tengo- un vendaje que parece el de una momia. La verdad ha sido más un

Sobre la carta de amor

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La carta de amor verdadero es la efigie de la vida. Existen pocos textos de los cuales se puede depender tanto. Cuando el novelista escribe por supervivencia, lo hace para salir del abismo: el amante escribe su carta para no caer en él. La carta de amor entonces toma dos caminos: el de la comprensión y el de su recepción. Tristes historias hemos oído de la carta de amor que nunca llegó a su destinatario, clausurando así un amorío apenas naciente, una pasión emergente. Pero una vez la carta llega a los ojos del amado, se espera de él el juego de significación, la materia viva que implica necesariamente ser comprendido. Pero no todo tiene un color vivificante: la carta de amor siempre se moverá en la ambivalencia de la incomprensión. La carta de amor es el recuento de una experiencia amorosa, de un sentimiento latente. Cuando escribo una carta de amor, mi amada comprende mi sentir amoroso, mas no mi amor en sí, porque es inexplicable: sería un camino igual de intrincado al de escribir po

El ojo de la ballena

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Claro, con la luz del sol veraniego siempre brilla, puesto que su mismo nombre así lo implica-"Cielo caído" de Peppers, de lo contrario tendría que ser oscura y olvidarse de sus escamas luminosas. La ballena geométrica goza de innumerables visitantes, y cada uno de éstos se acerca de manera distinta a su lecho sempiterno, esperando ser devorado o consolado en sus sueños-una vez más, como deben ser los viajeros mitológicos. Durante el verano he pasado a su lado siempre a una distancia apenas prudente, para así evitar cualquier sensación de desasosiego o asfixia. El sol del verano logra hacerse hasta con sus grietas más oscuras, y de esta manera el paisaje marítimo en el Parc de la Estació cobra una dimensión para algunos aún desconocida. Quizás se debía a la distancia prudente que siempre me alejaba de la ballena, o una inadmisible falta de atención: no lo sabré jamás. Pero ayer, pasando en bici, logré formular su cara, y mientras miraba cada una de sus partes, sobresalió una

Dedaliana (I)

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La epifanía precede a la escritura. Inmersos en la aventura-desplazarnos de un lugar a otro, tomar el bus y luego el metro, caminar dos cuadras abajo hasta llegar al supermercado-, irrumpe en nuestra consciencia la importancia de una imagen que trasciende en el paisaje cotidiano: ver una muralla de ladrillos y reconocer la grieta, la mancha en la que vislumbramos un bosque oscuro. Lo más sencillo sería adquirir el mecanismo de estar siempre predispuestos a la epifanía; sin embargo, a veces olvidamos la mirada interior que nos permite destacar los relieves, y así sustraernos del mundo visible que sin haber podido escoger habitamos. Hoy subía en bici por el Paseo Sant Joan, y bien pude haberlo continuado hasta llegar a la calle Diputació, y comenzar mi trayecto rectilíneo a casa. Sin embargo, esa ruta obliga a atravezar una pequeña rotonda de la cual han hecho un parque, y no sé por qué desde hace meses me aburre. Tomé la primera calle hacia la izquierda, para luego subir por otra y ll

Septiembre

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Al darme cuenta de que la lluvia venía desde el oeste, comprendí que era inútil tomar una bici para dirigirme a la universidad. No llegaba velozmente, pero un par de pedaleadas implicarían la ineludible sensación de estar empapado. Así que decidí tomar el metro, como ya lo he comentado en otra ocasión , para así tomarle ventaja a la lluvia. Mi iPod había amanecido fulgurante, brillante y elocuente, así que venía escuchando una selección de música—Radiohead, Led Zeppelín, Scissor Sisters, Bee Gees, Interpol y Cerati— fruto única y exclusivamente de un azar extraordinario . Al bajarme en el Arc del Triomf y dirigirme a la estación de bicing más cercana, sentí las primeras gotas: había sido un intento valiente, pero no me había dado más que un par de minutos de ventaja. La lluvia no era torrencial, y mucho menos pretendía ser huracanada, pero evidentemente la simple idea de sentarme al frente del computador—como lo estoy en este preciso momento— con los pantalones salpicados y la cabeza f

El sentimiento de lo fantástico en el Parc de la Ciutadella

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El paseante que ingrese al Parc de la Ciutadella desde el Paseo Colón, con paso lento o rápido, con prisa o distensión, no tardará mucho en ver, a lo lejos, entre árboles y con aire de nefasta extranjería, al gran Mamut. Desde la primera vez que caminé el parque, la atención que me produjo no pasó por alto. Está situado al lado del lago, con sus dos grandes colmillos hacia el cielo, y un color que incluso en verano lo hace sentirse medianamente camuflado entre los tonos marrones del parque. Pero es un camuflaje apenas artificioso, es un ejemplo camaleónico venido a menos, porque es el ejemplo más claro de intromisión en un espacio al cual no pertenece. Replanteo la cuestión: el espacio circundante no le pertenece a él, puesto que, de manera sobresaliente, todas las miradas convergen en él, y se convierte así en el gran dueño de un terreno sacado de otro tiempo. El último Gran Mamut de Barcelona pasa sus largas horas posando en fotos que se esparcen por el mundo entero, y él con la gran