Desde Bogotá
Cuarto día en Bogotá. Es una extraña sensación, máxime teniendo en cuenta no haber vuelto al blog desde entonces. Hay un perpetuo ejercicio que consiste en saber acerca de lo que escribiré cuando vuelva a él, desde tierras bogotanas; de lo que debo decir, de lo que debo creer, de lo que debo ver. La visión siempre se nubla cuando estoy en Bogotá, debe ser la sabana con su fino manto nebuloso, o de la fina llovizna que García Márquez dice que cae en Bogotá desde el siglo XVII. Chiste ancestral: cuando Gonzalo Jiménez de Quesada y sus tropas llegaron a los cerros bogotanos, dijeron: “Esperaremos acá hasta que escampe”. Y aquí seguimos. En Barcelona y en Europa tenemos las estaciones, y eso explica comportamientos precisos, meticulosos, psicológicos. Acá carecemos de estaciones, pero hace dos días estuve en un lago casi veraniego a 24 grados de temperatura, y a dos horas de Bogotá; acá no tenemos estaciones, pero sí contamos con la fina y templada lluvia capitalina, que creo que ninguno ...