Una buena salida

Una buena salida de casa: decides recurririr al camino más largo a pesar de tomar un transporte público, subiéndote lejos de tu casa y bajándote lejos de tu destino. Encuentras el cartel de una conferencia que jamás hubieras imaginado ir, llamas a reservar dos cupos, y te informan que son los últimos. La música suena bien, y eso que la estás escogiendo tú mismo, liberado como no estabas desde hace mucho del shuffle, y el clima te recuerda el bogotano y la brisa es fría, purificadora, y los andenes están concurridos y jamás imaginaste bajar por esa calle mirando hacia todas partes, caminando hacia el trabajo, con la convicción profunda de que vas hacia un lugar mágico. Entonces antes de entrar en el vagón del metro un niño serio te sonríe, y jamás habías pensado, siquiera imaginado esa vieja frase de “cuando un niño sonríe una ciudad nace en alguna parte del mundo”, pero es precisamente lo que sientes mientras su madre desciende del vagón empujando el stroller, el niño apenas tiene dientes pero ya los usa para sonreírle a extraños. Sigues oyendo buena música, entra una pareja de mujeres presuntamente pakistaníes, y ríen y se abrazan, apagas la música para saber de qué se trata tanta alegría, pero ni siquiera sabes cuáles son los fonemas del urdu, no sabes ni un verbo: pero la alegría no es una cuestión de la lingüística. Llegas a la uni, cuando vas a fumar el primer cigarrillo antes de la lectura te das cuenta de que no tienes papel, qué importa, vamos a comprar, y más música y más pasos, el sol metálico del invierno despunta por encima de la escuela pública al lado del carrer Wellington, suena la música, el sentimiento es telúrico, formas parte del todo y el todo se retrata en ti. Vuelves caminando, dejas pasar a aquellos que van delante, cedes dos veces el ascensor porque igual la música sigue sonando e igual tienes el papel recién comprado y los kilos de fotocopias por leer y qué importa, esto no es más que un paréntesis (o quizás el espacio que comienza una vez éste se cierra), abres la puerta y te sientas y escribes y seguirías pero los kilos y el trabajo y la música. Y sí: es martes 13, qué más da, la música y una buena salida de casa pueden más, y hasta aquí llega la superchería barata.

Comentarios

Anónimo dijo…
Hermoso, Camilo. Es injusta la última frase, pues es de lo que más me ha conmovido últimamente. Un abrazo,çSu amigo de tierras lejanas
Anónimo dijo…
Qué bonito martes y trece, Camilo. ¿Qué desayunaste? A lo mejor tiene que ver con las vitaminas...
De todas maneras, felicidades. Es lo mínimo que te puedo decir después de un día hermoso como el que tuviste.
Patricia

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