Caracol en la tarde

Regando el pasto—una vez ha caído el sol, para así aprovechar más la humedad que reina en al ambiente— me encuentro a mis pies lo que parece ser una concha marina. Es mi primera idea, dada la cercanía con el mar, y eso que en esta playa son más bien pocas las conchas que he visto. Reconozco su figura circular, su diseño café entre el tono marrón, y caigo en cuenta de que es un caracol. No recuerdo cuándo fue la última vez que vi a un caracol, a esta corta distancia, sin necesidad de un vidrio que me separe de él. Cerré el agua, y entonces salen primero las dos antenitas babosas, luego su cuerpo se va explayando, y convencido de que le interrumpí el almuerzo tardío, o quizás la merienda una vez cae el sol, me dispongo a ver la manera como, a una lentísima velocidad, se comerá el pasto que se ve gigante a su lado. Pero no; las antenas, presuntamente, le indican que el agua se ha detenido, que no hay sonido ni movimiento alrededor, entonces emprende su camino que es, como el de las tortugas, siempre desconocido. Su movimiento es en dos tiempos: primero se explaya su cuerpo baboso cuan largo es, y luego es ese caparazón quien se deja arrastrar por el resto del cuerpo. Pienso en ayudarle, y quizás levantarlo y adelantarle un par de centímetros. ¿Pero de qué serviría? Pienso que lo más cercano a mí, bajo esas circunstancias, sería que alguien me contara un libro, y me diera a leer los fragmentos más importantes. Aún después de terminarlo, quedaría mucha literatura por leer, muchas líneas por subrayar. Lentamente, como lo pueden ser mis veranos de lector, el caracol se mueve hacia la penumbra de unos matorrales que marcan el lindero del jardín. Recuerdo una frase de Cortázar en la que utiliza al caracol: “Yo vivo como el caracol, con la casa a cuestas”; o quizás “El traductor vive como los caracoles, con la casa a cuestas”; o quizás Cortázar nada tiene que ver ahí, y en realidad lo que intento recordar es un poema suyo que leí en algún poemario.
Me acabo de sentar de nuevo frente al computador, luego de ver lo que el caracol ha recorrido. No serán más de 30 centímetros, pero ahora camina sobre una superficie lisa de tierra. Su casa se balancea, y más de una vez se ve en la obligación de componer su camino. ¿En qué consistirá la vida de un caracol? ¿Cuáles serán las dimensiones de espacio, de tiempo y de recorrido? Todos nos atormentamos pensando en que la luz que nos llega de una supernova lleva viajando por el universo más de mil años. Pero para ese caracol otra vía láctea existirá a menos de 300 kilómetros, y aún se sigue arrastrando hacia alguna parte.

Comentarios

JML dijo…
En el tiempo del caracol muere un universo y, a lo mejor, hasta se hace una vida. De todos esos grandes momentos sólo quedará un rastro baboso.

Saludos

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