Un sueño en Alsacia


Hace un par de noches tuve un sueño creativo. En compañía de algunas personas, entraba en el primer piso de mi finca. Entonces veía sus portales carcomidos, en la semioscuridad de la noche, y el espacio grande y amplio aún sin distribuir. Comprendí entonces que estaba entrando en el primer piso de lo que debió haber sido mi finca hace unos 120 años: estaba entrometido en algún tiempo ajeno, en un tiempo al cual no pertenecía. Medité sobre el tema en el sueño, y entonces tuve la revelación para un relato o corta novela juvenil: un niño entra en algún cuarto olvidado de su finca, y encuentra un baúl cuya tapa está bordada con siluetas doradas. Al abrirlo, ve algo; no supe muy bien qué, pero al cerrar el baúl y salir del cuarto, se daba cuenta de que hacía falta una de las puertas que normalmente hubiera encontrado en la habitación adyacente al cuarto olvidado. Camina un poco más, y el samán lóngevo que siempre ha dado sombra es apenas un matorral. Cae en cuenta de que al abrir el baúl, se ha devuelto en el tiempo, y presencia lo que fue su finca hace 120 años. Confuso, pero a la vez con el sentido de aventura que sólo tienen los personajes de novela juvenil- esto es, jamás contarle a los adultos acerca de lo que está sucediendo-, es consciente de que está viviendo una vida que sus padres nunca conocieron, y es probable que encuentre a sus abuelos más jóvenes que él. ¿Cómo hacer para pasar desapercibido, cuando los dueños de la finca-que son familiares suyos- lo descubran caminando por la casa? Se haría pasar por algún hijo del mayordomo, o de algún jornalero que viniera hacer un trabajo durante un par de días. Detenido en la creación narrativa, salí corriendo del primer piso de mi finca de hace 120 años, buscando mi agenda de anotaciones, para que la idea no se oxidara con el pasar de los minutos. A medida que iba corriendo, sentía que me faltaba la respiración, y con un último suspiro, desperté. Medité un rato más la idea, hasta que la escribí escuetamente en la agenda que no pude encontrar en el sueño. Ahora está escrita en dos partes: entre las páginas amarillas de mi agenda moleskine, y en este blog que me sirve de bloc de notas.

No sé si la idea sea buena, o si la idea haya llegado a su fin (sin más, es la idea de una idea, el reflejo de un reflejo). Quizás nunca la debí haber escrito, y esperar a que desarrollara su fin en las próximas noches- deseo en principio frustrado, porque anoche no aparecí yo en la finca, y mucho menos el niño perdido en el tiempo. ¿Qué habrá sido de él? ¿Qué habrá sido de mí en el sueño? ¿Habré encontrado la agenda? Y de haberla encontrado, ¿en qué español habría escrito la idea?

Comentarios

ricardo flores dijo…
Ese niño anda dando vueltas por ahí, sólo procura no asustarlo con preocupaciones de adulto.
¿Esa Alsacia es la del Rihn?
Saludos,
RF
Camilo Hoyos G. dijo…
Tienes razón, habrá que dejarlo correr sin la preocupación del adulto, porque eso es precisamente lo que daña la literatura juvenil: cuando el niño juega a ser grande y pensar como tal. Ese niño seguirá buscando el conflicto de su cuento, y, tal como se perfiló, quizás siempre quiera vivir en ese tiempo pasado.
Alsacia es el nombre de mi finca (hacienda) en la zona cafetera colombiana. Nombre poético, por demás, que no sé si asemeja esa otra Alsacia francesa (para mí siempre ha sido "la otra"), que aún no he podido conocer.
Gracias por tu comentario.
JML dijo…
Amigo Hoyos…

El soñador es un cazador solitario y angustiado. A menudo el sueño teje la madeja del olvido, que recordamos vagamente, pero que sabemos fue prolija. Sé cuando el sueño es una buena novela, la sequedad en la boca, la pena atroz del despertar y la hoja en blanco de la realidad, que espera con la hora atrasada…

Saludos de un cazador de sueños

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