Cerrado por funeral

Volviendo hace un par de horas de la uni, subiendo por la calle Comte d'Urgell, me encontré con un letrero en determinado local que me llamó la atención de manera inmediata. Al lado de la chapa metálica, en letra negra y grande, un letrero de la dueña: "Cerrado por un funeral. Abriré a la tarde. Disculpen". El "disculpen" estaba debidamente subrayado, haciendo un especial énfasis en el hecho de que contemplaba su ausencia como una falta apenas grave con sus posibles compradores de la mañana. A mí, que desconocía por completo el local, como un caminante más de la ciudad, se me participa en ese funeral que la dueña está atendiendo; tan importante debe ser que es necesario comunicarlo como causa rotunda de cerramiento, en la medida en que bien pudo haber puesto "El día de hoy abriremos en la tarde", o "El servicio será a partir de las 17h". Sin embargo, la dueña prefiere utilizar el singular primera persona, para así facilitar la comprensión del consumidor. Un detalle que de alguna manera destacó, por encima de los demás de la calle, a este local en particular.
Recordé entonces el cuento "La casa Tellier" de Maupassant, en la que el señor Tournevau, al acudir a un burdel, se encuentra con un letrero que no dejaría impune a sus habituales visitantes: "Cerrado por primera comunión". ¿Cuántas primeras comuniones sacrílegas ocurrieron pasada esa puerta? También recordé una vez en Bogotá, en viernes santo, que fuimos con mi mamá a un restaurante de pollo asado, sin saber muy bien si estaría abierto en un día como ese. Mientras el encargado cortaba y preparaba un pollo completo-con esa habilidad que permite desgranar en apenas cuatro movimientos de tijera un pollo completo-, mi mamá le comentó que no sabía que estuvieran dando servicio un viernes santo. "Señora," le dijo, mientras dejaba la tijera sobre la mesa con los restos grasientos, "si hasta las casas de cita abren los viernes santo, ¿cómo cree que íbamos a cerrar hoy?"
Pero la dueña de "Lis Krack Confecció", hoy miércoles 23 de mayo, no pudo atender a sus clientes porque en horas de la mañana debía acudir a un funeral. Ella misma nos lo dijo, con voz propia, disculpándose de las molestias ocasionadas a todos aquellos que quisieran ir a comprar o a visitar el almacén. Su ausencia no se debía a pereza, a un capricho, o a una razón desconocida y fortuita.
Yo, que nada tenía que ver allí, no puedo hacer más que también disculparla.

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