Rastreando a Nadja

¿Quiénes éramos nosotros ante la realidad, esa realidad que yo conozco ahora postrada a los pies de Nadja, como un perro retozón? ¿En qué latitud podíamos encontrarnos, entregados de ese modo a la furia de los símbolos, presas del demonio de la analogía, sintiéndonos objeto de solicitaciones extremas, de atenciones sigulares, especiales? ¿Cuál es la razón de que, expulsados juntos, para siempre, tan lejos de la tierra hayamos podido intercambiar ciertas visiones increíblemente concordantes en aquellos cortos intervalos que nuestro maravilloso estupor nos dejaba, por encima de los humeantes escombros del viejo pensamiento y de la sempiterna vida? Desde el primero hasta el último día tuve a Nadja por un genio libre, algo así como uno de esos espíritus etéreos a los que determinadas prácticas de magia permiten atraerse momentáneamente, pero que de ninguna manera podrían ser sometidos.
André Breton, Nadja, Trad. José Ignacio Velázquez

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