El frío primaveral

Desde siempre me ha llamado la atención el frío primaveral porque no enfría el cuerpo. Misteriosamente, es un frío cálido, un frío epifánico, que nos recuerda la temporada que se avecina. Nada tiene que ver con su hermano, el frío invernal, ese frío monótono, solitario, polar, que hincha las mejillas, sonroja la cara sin que la sangre haya subido a la cabeza, que nos da colores difícilmente reconocibles en medio de esa luz metálica de cualquier mañana de enero.
Camino por las calles de Barcelona sin sacos, chaquetas o abrigos, con unas menorquinas que no tienen cinco días de compradas, y ese frío me da vigor, me da fuerzas, moldea mi cuerpo con un cincel de algodón, y siento cómo el viento me traspasa, siento cómo el frío roza la piel de una manera misteriosa, para luego voltear por cualquier esquina, dejando a su paso el temblor de unas hojas que quizás celebran su renacimiento. Es un frío que invita a la terraza, es un frescor que reconforta. Lejos estamos del abrigo: son sutiles campanazos de la vida que se renueva. Somos así partícipes de la consagración de la primavera.
(Imagen: "Primavera" (1478), Sandro Botticelli)
Camino por las calles de Barcelona sin sacos, chaquetas o abrigos, con unas menorquinas que no tienen cinco días de compradas, y ese frío me da vigor, me da fuerzas, moldea mi cuerpo con un cincel de algodón, y siento cómo el viento me traspasa, siento cómo el frío roza la piel de una manera misteriosa, para luego voltear por cualquier esquina, dejando a su paso el temblor de unas hojas que quizás celebran su renacimiento. Es un frío que invita a la terraza, es un frescor que reconforta. Lejos estamos del abrigo: son sutiles campanazos de la vida que se renueva. Somos así partícipes de la consagración de la primavera.
(Imagen: "Primavera" (1478), Sandro Botticelli)
Comentarios
Un saludo