Thursday's Child
Lord Henry, en The Picture of Dorian Gray, luego de pedirle a Dorian que toque un nocturno de Chopin, dice enfáticamente: "What a blessing it is that there is one art left to us that is not imitative!" (XIX) ¿Cómo comprender esta frase cuando escuchamos, por ejemplo, la banda sonora de una película? En otras palabras: cuando la escucho, ¿estoy pensando en la película, o en la música per se? Hace poco bajé al álbum de Little Miss Sunshine, y se me hizo corto en la medida en que estaba esperando escuchar el pitido de ese bólido amarillo, la canción final, etc. Ergo: la película superaba con creces la banda. Sin embargo, siempre que escucho- y eso que lo hago mucho, muchísimo- la banda sonora de The Royal Tenenbaums, reconozco que estoy ante dos planos artísticos, que si bien pueden ser comprendidos de manera simbiótica, pueden ser gozados y sentidos sin los loops necesarios de la mutua comprensión. Me he encontrado casos particulares: Snatch, Lost Highway, The 25th Hour, por mencionar alguna.
¿Cuántas veces intentamos musicalizar nuestros días, no acompañarlos con música sino combinar un lenguaje cotidiano con el musical? Me encantaría poder contar con un artefacto lo suficientemente iluminador como para que accionara la música justo en el momento en que abro los ojos luego de noches de sueño. Hace muchos años la primera canción que escuchaba, como un tonto ritual de matiné, era "Lo que el viento nunca se llevó" de Fito Páez. Cada par de semanas, sobre todo en las tardes, me acuesto con los ojos cerrados y escucho en el iPod las primeras cuatro canciones de Ok Computer de Radiohead, y resulta para mí tan satisfactorio y práctico como para muchos otros ir a hacerse un masaje o yoga.
Llegar a un momento en el que nos podamos comunicar musicalmente en casa. Tener una canción para cada impulso, una nota para cada presentimiento. Basta caminar con el control remoto del equipo, y tener un buen repertorio.
Cada dos días me pregunto por la necesidad de la música, por las posibilidades de traducción a un lenguaje literario o pictórico, por el mecanismo que me permita comprender la melodía eterna que, lejos de perderse en el aire que la transporta, reste inmune en la memoria auditiva de manera eterna. ¿Cuántas mitologías explican la creación del mundo a partir de la música?
La imposibilidad de la música radica en no poder ausentarse de objeto alguno, nosotros incluídos. Escuchar música implica necesariamente una traducción (de lo armónico a lo visual), en la medida en que somos el espejo de lo que escuchamos, para bien o para mal.
¿Cuántas veces intentamos musicalizar nuestros días, no acompañarlos con música sino combinar un lenguaje cotidiano con el musical? Me encantaría poder contar con un artefacto lo suficientemente iluminador como para que accionara la música justo en el momento en que abro los ojos luego de noches de sueño. Hace muchos años la primera canción que escuchaba, como un tonto ritual de matiné, era "Lo que el viento nunca se llevó" de Fito Páez. Cada par de semanas, sobre todo en las tardes, me acuesto con los ojos cerrados y escucho en el iPod las primeras cuatro canciones de Ok Computer de Radiohead, y resulta para mí tan satisfactorio y práctico como para muchos otros ir a hacerse un masaje o yoga.
Llegar a un momento en el que nos podamos comunicar musicalmente en casa. Tener una canción para cada impulso, una nota para cada presentimiento. Basta caminar con el control remoto del equipo, y tener un buen repertorio.
Cada dos días me pregunto por la necesidad de la música, por las posibilidades de traducción a un lenguaje literario o pictórico, por el mecanismo que me permita comprender la melodía eterna que, lejos de perderse en el aire que la transporta, reste inmune en la memoria auditiva de manera eterna. ¿Cuántas mitologías explican la creación del mundo a partir de la música?
La imposibilidad de la música radica en no poder ausentarse de objeto alguno, nosotros incluídos. Escuchar música implica necesariamente una traducción (de lo armónico a lo visual), en la medida en que somos el espejo de lo que escuchamos, para bien o para mal.
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