El Olimpo Literario


Encontrar el pico más alto del más profundo abismo, y una vez allí, en la altura o en la profundidad-que será lo mismo- preguntarse si se cree en Dios. Las posibilidades, como siempre, son variadas: creo no creer, no creo creer. Si la respuesta es afirmativa, entonces el espacio es legitimo: existe el pico más alto del más profundo abismo. Si la respuesta es negativa, entonces no existe la poesía, no existe el arte, precisamente porque creer en Dios posibilita cualquier creencia artística. Aquél que cree en Dios creerá también en la existencia del personaje literario, del modus vivendi a partir del arte, de las correspondencias entre el mundo visible e invisible, de la ars poética como laberinto a atravesar. Suena descabellado, claro, ¿pero acaso no lo es pretender que un poema ha sido escrito para uno mismo?
Los ateos han ignorado por siempre que Dios es padre, hijo y espíritu santo del arte, precisamente porque es su más perfecta y hermosa construcción. Dios, en cuanto a creación artística, es digno de ser creído (en el sentido de la fe).
Creo en Dios: ergo, existe un Olímpo Literario.

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