Bogotá
En escasos 22 días viajo a Bogotá de vacaciones veraniegas. Es una extraña sensación, máxime sabiendo que no hace seis meses estuve allí. A medida que pasa mi vida en Barcelona, las distancias se van recortando, la lejanía asume distintas categorías, y veo en la lontananza los horizontes que antes no lograba dibujar con claridad. Al contrario de otras veces, vuelvo ahora con la tranquilidad de haber estado hace poco. Lo extraño todo en la misma medida en que lo contemplo como un hecho reciente, demasiado reciente como para ser pasado de página.
¿Cómo veré Bogotá, me pregunto? Desde hace unos meses he venido trabajando, inspirado en lecturas surrealistas y cortazarianas, en la mirada de la ciudad, en la mirada en la ciudad, y mis falsas pretensiones de flâneur en calles barcelonesas se resume a la expectación de la masa, al minucioso estado de alerta para dar con algo que sacuda, sucumba hacia y desde la realidad, para comprender un leve guiño desde un mundo invisible, desde distintas posibilidades de existencia, desde un nuevo orden de lo concreto. Me intriga la manera como, inmerso en este intento que esperemos sea exitoso, intentaré comprender, una vez más, las calles bogotanas. Sin importar cuánto tiempo esté acá, sin importar si luego de esta ciudad me espera otra, y luego otra más, soy y seré siempre un bogotano universal, tomando prestado el término de Cobo Borda haciendo alusión a Silva. Jamás comprenderé por qué la situación de extranjería es la que me permite comprender mejor las pocas ciudades que he recorrido, y aún así quedar innerte y enmudecido cuando me preguntan acerca de la esencia, por llamarla de alguna manera, de Bogotá. Intento caracterizarla: Bogotá es una doncella cuya experiencia me resulta completamente inefable. Analogía teológica: siempre nos es más sencillo hablar de los otros dioses que de aquél que nos ha creado. En Bogotá, vivo en un presente eterno: un presente que no logro pulir en el momento de hacerlo legible.
Me es completamente necesario domesticar, hacer viable y física una mirada que me permita descifrar, deconstruir y comprender Bogotá, esa mitología que son las calles bogotanas y sus gentes. Pero es y será un camino largo de recorrer, y si bien en escasos 22 días viajo a mi capital colombiana, sé que allí sólo veré un destello de lo que en realidad debo ver, porque su misterio y secreto aún no me ha sido revelado.
Me es completamente necesario domesticar, hacer viable y física una mirada que me permita descifrar, deconstruir y comprender Bogotá, esa mitología que son las calles bogotanas y sus gentes. Pero es y será un camino largo de recorrer, y si bien en escasos 22 días viajo a mi capital colombiana, sé que allí sólo veré un destello de lo que en realidad debo ver, porque su misterio y secreto aún no me ha sido revelado.
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